Entretanto que tenemos la luz

Viendo, pues que (como el Profeta David testifica) todos los que se extravían y apartan de los mandamientos de Dios, son malditos; volvámonos a nuestro Dios con toda contrición y humildad de corazón, acordándonos del terrible y amargo juicio que nos amenaza; llorando y lamentando nuestra vida pecaminosa, conociendo y confesando nuestras ofensas, y procurando rendir dignos frutos de arrepentimiento.

Porque ahora está puesta el hacha a la raíz de los árboles, de modo que todo árbol que no produce buen fruto, será cortado y echado en el fuego. Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo: él hará llover sobre los pecadores lazos, fuego, y azufre, tormenta y tempestad; ésta será la porción que habrán de beber. Porque he aquí el Señor sale de su lugar, para visitar la maldad de los moradores de la tierra. ¿Más quién podrá sufrir el día de su venida? ¿Quién será poderoso para subsistir cuando el se mostrará? El tiene su aventador en su mano, y purgará su era, y allegará su trigo en el alfolí: mas quemará la paja, con fuego inextinguible. El día del Señor viene como ladrón en la noche; y cuando se dirá: Paz, y todo está seguro, entonces vendrá destrucción repentina sobre ellos, como los dolores vienen sobre mujer preñada, y ellos no escaparán. Entonces aparecerá la ira de Dios en el día de la venganza, la cual los pecadores obstinados atesoran para sí por la dureza de su corazón, con que desprecian la bondad, paciencia, y longanimidad de Dios, que continuamente los llama a arrepentimiento.

Entonces me invocarán, (dice el Señor,) mas yo no oiré; ellos me buscarán de mañana, y no me hallarán; porque ellos aborrecieron el conocimiento, y no recibieron el temor del Señor, mas aborrecieron mi consejo, y despreciaron mi corrección. Entonces será demasiado tarde para llamar, cuando la puerta esté cerrada; y demasiado tarde para gritar por misericordia, cuando sea tiempo de justicia. ¡Oh voz terrible de justísimo juicio, la que será pronunciada contra ellos: Id, malditos, al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles!

Por tanto, hermanos, guardémonos mientras tenemos tiempo, entretanto que dura el día de salud; porque la noche viene, cuando nadie puede obrar. Más nosotros, entretanto que tenemos luz, creamos en la luz, y caminemos como hijos de la luz; para que no seamos echados a las tinieblas exteriores, donde hay llanto y crujimiento de dientes. No abusemos de la bondad de Dios, que nos llama misericordiosamente a enmienda, y por su piedad infinita nos promete remisión de lo pasado, si con corazón sincero nos tornamos a él.

Porque, aunque nuestros pecados sean como la grana, serán hechos blancos como la nieve; y aunque sean semejantes a la púrpura, con todo eso serán hechos blancos como la lana. Convertíos (dice el Señor) de toda vuestra maldad, y vuestro pecado no será vuestra destrucción: Echad de vosotros toda vuestra impiedad, que habéis hecho; Haceos corazones nuevos, y nuevo espíritu: ¿Por qué queréis morir, oh vosotros, casa de Israel, viendo que no tengo gusto en la muerte del que muere, dice el Señor Dios? Convertíos, pues, y viviréis. Aunque hemos pecado, tenemos un Abogado con el Padre, Jesucristo el justo; y él es la propiciación por nuestros pecados. Porque él fue llagado por nuestros ofensas, y herido por nuestras maldad.

Convirtámonos por tanto a él, que es recibidor misericordioso de todos los pecadores que verdaderamente se arrepienten; estando seguros de que él está pronto a recibirnos, y muy inclinado a perdonarnos, si venimos a él con verdadero arrepentimiento; si nos sometemos a él, y de aquí adelante andamos en sus caminos; si tomamos su yugo ligero y carga leve sobre nosotros, para seguirle en humildad, paciencia, y caridad, y ser guiados por la dirección de su Santo Espíritu; buscando siempre su gloria, y sirviéndole debidamente en nuestra vocación con acción de gracias. Si esto hiciéremos, Cristo nos librará de la maldición de la ley, y de la extrema maldición que caerá sobre los que estén a la mano izquierda; y nos pondrá a su mano derecha, y nos dará la misericordiosa bendición de su Padre, mandándonos tomar posesión de su reino glorioso: Al cual él se digne llevarnos a todos, por su misericordia infinita. Amen.

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